Te subías a un taburete. Él se sentaba a tus pies con la boca llena de alfileres. Miraba a la jefa de taller y empezaba a trabajar. Todo sucedía en un silencio sepulcral. Y con tres cortes y sin pronunciar una palabra te ponía encima algo absolutamente perfecto (...)
Eugenia de la Torriente a l'article La geometría estética de Balenciaga de El País
lunes, 10 de mayo de 2010
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